Una de las cosas buenas del progreso es navegar por internet. Igual que la navegación real por los mares y océanos de nuestro planeta tierra, navegar por internet no tiene fronteras y ha permitido a millones de personas trasladarse a los rincones del mundo más lejanos de su hogar, sin salir del mismo.
Navegar nos permite soñar, conocer lugares remotos, habitados por personas con culturas muy diferentes a la nuestra.
Y llega un momento que queremos realizar nuestro sueño y viajar a otro país distinto al nuestro. Los motivos pueden ser muy distintos, se puede viajar con fines turísticos, pero muchos lo hacen en busca de una vida mejor.
Desde nuestro país vemos tristemente a jóvenes que han acabado sus estudios universitarios y se van a trabajar a otros países porque los salarios son mejores.
Aceptamos con los brazos abiertos a los extranjeros que vienen con dinero, que se compran viviendas de lujo y se establecen en nuestro país con un nivel adquisitivo imposible para nosotros, sin darnos cuenta que estamos cavando la fosa a nuestra cultura. Esta migración rica hace subir los precios del mercado inmobiliario e imposibilita a nuestros hijos acceder a la vivienda.
En lugar de regular esta migración “rica” y proteger una vivienda digna para todos, la aceptamos y bendecimos. Tenemos que reflexionar seriamente: el dinero no siempre es bueno.
Pero hay otras personas que intentan cumplir sus sueños y nosotros no las aceptamos como a la migración rica, no queremos a los pobres. Y si pensamos en ello, nos enriquecen mucho más.
Volando llegan nuestros hermanos hispanoamericanos en busca de trabajo digno para desde aquí ayudar a la familia que han dejado atrás. Pasan más de tres años en situación irregular hasta poder tener permiso de trabajo. Mientras tanto se buscan la vida trabajando aquí y allá, con salarios indignos, alimentando la economía sumergida que tanto criticamos. ¿No sería más fácil darles un permiso de trabajo en cuanto llegan y si en seis meses no están trabajando que se vuelvan a su país? Seguro que en días estarían trabajando legalmente, pagando sus impuestos y de esa manera se limitaría la economía sumergida. Nosotros somos una sociedad envejecida, cada vez tenemos menos hijos, y nos hacen falta trabajadores para sacar nuestro país adelante.
Más dramática es la migración procedente de África. Se juegan la vida cruzando el gran continente, huyendo de países en guerra, del hambre, de la miseria. A través de mafias sin escrúpulos consiguen plaza en embarcaciones inapropiadas para las travesías que demasiadas veces acaban en tragedia.
Dejan atrás a madres llorando porque la única posibilidad de futuro digno para su hijo es esa aventura loca, sin saber si acabará bien…
Las cantidades que pagan a esas mafias son muy superiores al pasaje en ferry, y las garantías mínimas. ¿No sería mejor que llegasen en ferry y darles ese permiso de trabajo provisional de seis meses con la condición de volver a su país si no trabajan en ese tiempo?
Dejarían de perderse tantas vidas inocentes en el mar, arruinaríamos el negocio a las mafias y limitaríamos a que solo los que vienen con intención de trabajar se queden en nuestro país.
Por supuesto no estoy hablando de delincuentes. Muchas veces se identifica inmigración con delincuencia y considero que la delincuencia no tiene nacionalidad.
Todas estas reflexiones son tan solo mi sueño, pero nada me gustaría más que se hiciese realidad.
M.ª de los Ángeles de la Riva